Los dioses rotos: una película diferente
Desde los años 90s no me acercaba a una película cubana como esta. Los Dioses Rotos es un filme sencillo para algunos, profundos para otros y controvertido para algunos puristas de la sociedad cubana.
A partir de los 90s el cine cubano tuvo un punto de giro con Fresa y Chocolate, pues los temas sociales comenzaron a reflejar una parte de la realidad que hasta ese momento era soslayada u omitida por los medios de prensa y el cine también se veía marcado por ese lastre.
Durante casi 30 años la filmografía cubana se limitó a los grandes dramas históricos y muy pocas películas de ficción. En los años 90s la cinematografía cubana comenzó a mostrar las dificultades financieras afrontadas por Cuba, tras la caída del Campo socialista europeo y la desintegración de la Unión Soviética, con la pérdida de los mercados, lo que redundó en serios problemas económicos que, también se experimentaron en la producción cinematográfica.
Todos esos filmes de finales del siglo centraban sus tesis en problemas asociados a la situación social. Desempleo, altos precios de los alimentos, dificultades con la vivienda y el transporte y la búsqueda de nuevas oportunidades fuera de nuestras fronteras eran los temas más vistos en las películas cubanas. Guantanamera, Miel para Ochún, Madagascar, Suite Habana y otras más son ejemplo de esto.
Sin embargo, Los dioses rotos desde el inicio es un filme diferente. A partir de una historia real se desarrolla a inicios del siglo XX, el director Ernesto Daranas Serrano elabora una acertada trama central entre Laura (Silvia Aguila), Rosendo (Hector Noas), Alberto (Carlos Ever Fonseca) y Sandra (Annia Bú Mauré), para mostrar una historia de amor como muchas, de con visos de dramas clásicos.
Las diferentes subtramas apoyan a la historia central y la apuntalan. La fotografía nos muestra una Habana sin tapujos, pero también sin exageraciones. Las actuaciones identifican al cubano de hoy, todo esto apoyado por una fotografía inteligente a intencionada. Todo esto hace que se vea una película real, sencilla, donde se cuenta una historia de amor-odio, sin que esta se vea opacada por la situación en que vive el país, como ocurrió con muchas de sus predecesoras.
A lo largo del filme el espectador se mete poco a poco en el mundo del proxenetismo y de la realidad en que vive una pequeña parte de la sociedad actual, pero no se siente encandilada por esta, sino que está allí como una parte más de ese gran cuadro impresionista que es La Habana.
Daranas, explorando el camino de la dirección por primera vez, nos arrastra por un maremagnun social y cultural contemporáneo de chulos y prostitutas y un entorno social selvático, como lo cataloga uno de los protagonistas. Penetra en cada uno de los rincones escondidos de nuestra sociedad y los saca a la luz pública, pero sin llegar a ofender, sino que hace reflexionar a los espectadores acerca de la importancia del amor hoy, que todavía provoca reacciones extremas.
El rostro feo de La Habana, esas esquina de San Isidro, son reconocidas como propias por el cubano, que ve una zona inalterada desde hace más de un siglo, cuando el Gallo de San Isidro provocaba miradas adversas de muchos habaneros y lujuriosas de muchas más capitalinas.
Las actuaciones no se quedan atrás en el filme. Rosendo (Hector Noas), mezcla de santero-proxeneta, saca debajo de su piel un poderoso histrionismo que hace más creible la historia, al igual que la mulata Sandra (Annia Bú Mauré), revelación que enseña toda la cubanía que hace famosas por el mundo a las mujeres cubanas.
Los consecutivos momentos de giro y el climáx de la película no deja lugar a dudas que fue un filme pensado para provocar emociones diversas en el espectador, que no sabe distinguir entre personajes buenos y malos, que se distinguen en las malas producciones. Aquí los matices de cada uno muestran los diferentes rasgos del cubano
Al finalizar la película a muchos le quedan ganas de buscar la historia del famoso proxeneta cubano Alberto Yarini y Ponce de León, asesinado a balazos por sus rivales franceses que controlaban el negocio de la prostitución en La Habana de comienzos del siglo XX y releerla, luego de esta primera lectura visual que la recontextualiza.
En general Los Dioses rotos se ve como una película diferente, reveladora de una verdad que nos hace pensar.
A partir de los 90s el cine cubano tuvo un punto de giro con Fresa y Chocolate, pues los temas sociales comenzaron a reflejar una parte de la realidad que hasta ese momento era soslayada u omitida por los medios de prensa y el cine también se veía marcado por ese lastre.
Durante casi 30 años la filmografía cubana se limitó a los grandes dramas históricos y muy pocas películas de ficción. En los años 90s la cinematografía cubana comenzó a mostrar las dificultades financieras afrontadas por Cuba, tras la caída del Campo socialista europeo y la desintegración de la Unión Soviética, con la pérdida de los mercados, lo que redundó en serios problemas económicos que, también se experimentaron en la producción cinematográfica.
Todos esos filmes de finales del siglo centraban sus tesis en problemas asociados a la situación social. Desempleo, altos precios de los alimentos, dificultades con la vivienda y el transporte y la búsqueda de nuevas oportunidades fuera de nuestras fronteras eran los temas más vistos en las películas cubanas. Guantanamera, Miel para Ochún, Madagascar, Suite Habana y otras más son ejemplo de esto.
Sin embargo, Los dioses rotos desde el inicio es un filme diferente. A partir de una historia real se desarrolla a inicios del siglo XX, el director Ernesto Daranas Serrano elabora una acertada trama central entre Laura (Silvia Aguila), Rosendo (Hector Noas), Alberto (Carlos Ever Fonseca) y Sandra (Annia Bú Mauré), para mostrar una historia de amor como muchas, de con visos de dramas clásicos.
Las diferentes subtramas apoyan a la historia central y la apuntalan. La fotografía nos muestra una Habana sin tapujos, pero también sin exageraciones. Las actuaciones identifican al cubano de hoy, todo esto apoyado por una fotografía inteligente a intencionada. Todo esto hace que se vea una película real, sencilla, donde se cuenta una historia de amor-odio, sin que esta se vea opacada por la situación en que vive el país, como ocurrió con muchas de sus predecesoras.
A lo largo del filme el espectador se mete poco a poco en el mundo del proxenetismo y de la realidad en que vive una pequeña parte de la sociedad actual, pero no se siente encandilada por esta, sino que está allí como una parte más de ese gran cuadro impresionista que es La Habana.
Daranas, explorando el camino de la dirección por primera vez, nos arrastra por un maremagnun social y cultural contemporáneo de chulos y prostitutas y un entorno social selvático, como lo cataloga uno de los protagonistas. Penetra en cada uno de los rincones escondidos de nuestra sociedad y los saca a la luz pública, pero sin llegar a ofender, sino que hace reflexionar a los espectadores acerca de la importancia del amor hoy, que todavía provoca reacciones extremas.
El rostro feo de La Habana, esas esquina de San Isidro, son reconocidas como propias por el cubano, que ve una zona inalterada desde hace más de un siglo, cuando el Gallo de San Isidro provocaba miradas adversas de muchos habaneros y lujuriosas de muchas más capitalinas.
Las actuaciones no se quedan atrás en el filme. Rosendo (Hector Noas), mezcla de santero-proxeneta, saca debajo de su piel un poderoso histrionismo que hace más creible la historia, al igual que la mulata Sandra (Annia Bú Mauré), revelación que enseña toda la cubanía que hace famosas por el mundo a las mujeres cubanas.
Los consecutivos momentos de giro y el climáx de la película no deja lugar a dudas que fue un filme pensado para provocar emociones diversas en el espectador, que no sabe distinguir entre personajes buenos y malos, que se distinguen en las malas producciones. Aquí los matices de cada uno muestran los diferentes rasgos del cubano
Al finalizar la película a muchos le quedan ganas de buscar la historia del famoso proxeneta cubano Alberto Yarini y Ponce de León, asesinado a balazos por sus rivales franceses que controlaban el negocio de la prostitución en La Habana de comienzos del siglo XX y releerla, luego de esta primera lectura visual que la recontextualiza.
En general Los Dioses rotos se ve como una película diferente, reveladora de una verdad que nos hace pensar.
3 comentarios
Miyinalouzo -
Cine Cuba -
http://cinecuba.blogspot.com/2009/02/los-dioses-rotos-2008-su-english.html
Yen -
Remarcaría la fotografía, que me parece sublime, teniendo en cuenta sobretodo los medios con los que se cuentan allí.
Una opera prima de lujo, interprentada en algunos casos por auténticos monstruos de la escena artística.
Un saludo y felicidades por la crítica.