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Letra Nueva

¿Igualdad de oportunidad entre los hombres? ¿Realidad o utopía?

¿Igualdad de oportunidad entre los hombres? ¿Realidad o utopía?

A diario se habla de los niveles de pobreza, desnutrición y analfabetismo que persisten todavía en el tercer milenio, pero pocas personas se llevan la idea real de lo que significan los datos que vemos casi a diario para hablar de estas cuestiones.

Para tener la idea exacta de cómo está repartido realmente el mundo (riquezas, recursos naturales, educación, salud…) sería bueno llevar los datos globales a porcientos o a ejemplos a pequeña escala. Una buen forma sería reducir la población de la Tierra a una pequeña aldea de exactamente 100 habitantes, manteniendo las proporciones existentes en la actualidad (esta idea la vi a través de un correo electrónico que me envió un catedrático y muy serio profesor universitario). El resultado sería algo como esto:

Habría: 59 asiáticos, 15 europeos, 13 personas del hemisferio oeste (Norte y Suramérica), 1 persona de Oceanía y 12 africanos. De esa pequeña aldea de 100 personas, 52 serían mujeres, 48 hombres, 70 no serían blancos, 30 serían blancos, 70 no cristianos, 30 cristianos, 89 heterosexuales y 11 sería homosexuales.

En ese pequeño micromundo 6 personas poseerían el 59 % de la riqueza de toda la aldea y los 6 (sí, 6 de 6) serían norteamericanos. De las 100 personas, 80 vivirían en condiciones infrahumanas. En esta aldea habría sólo 1 persona con computadora, 70 de ellos serían incapaces de leer, 50 sufrirían de desnutrición, 1 persona estaría a punto de morir, 1 bebé estaría a punto de nacer y sólo 1 (sí, sólo 1) tendría educación universitaria.

A través de esta forzada comparación de cómo están repartidas las riquezas del mundo, desde un punto de vista minimalista, es cuando se hace más apremiante la necesidad de solidaridad y educación, pero sobre todo, de un mundo más justo.

No basta con que uno hable acerca de la “justeza” de la igualdad de oportunidades, sino de llevar a la práctica esa igualdad, tanto para un ciudadano sueco como para el niño que está a punto de nacer en medio de una familia en plena miseria. Es necesario salud para los miles de hombres que morirán este mes de SIDA o de cientos de enfermedades curables. Es imprescindible proporcionarle alimentos y forma de subsistencia viables a esos millones que no tienen un simple pedazo de pan para llevarse a la boca en la noche.

Es necesario fomentar la paz para que no mueran a diario cientos de personas en medio del fuego cruzado de guerras insensatas. Es también imprescindible educar a todos los niños para que puedan formarse un futuro mejor que el que viven hoy 5000 millones de personas afectadas por la inanición, el hambre y la miseria. La educación gratuita y obligatoria hará de esos niños a un mejor hombre, a diferencia de los 4000 millones que no saben o no pueden simplemente leer su nombre.

Todavía hay cientos de librepensadores y politólogos que hablan de los beneficios del libre mercado, de la globalización como viento que empuja la economía global y de la tan cacareada “igualdad de oportunidades” en el mundo de hoy. Y lo hacen respaldados por sus títulos apergaminados de Harvard, Yale, Oxford o La Sorbona; pero de seguro nunca se acostaron sin un plato de comida, nunca durmieron en un banco y nunca vivieron en la miseria que inunda a casi una tercera parte de la humanidad, donde cada día los ricos son infinitamente más ricos y cada hora se suman más personas a la ya extensa lista de pobres.

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