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Letra Nueva

La universidad y yo

La universidad y yo

Me tomo el derecho de robarme este título que originalmente pertenece a una columna de la revista de los universitarios cubanos, “Alma Mater”. A fin de cuentas voy a hablar de lo mismo, de la vida y de las historias de muchos cubanos que tuvieron el gusto, la dicha y la suerte de estudiar en una universidad cubana.

Una universidad cubana puede ser tan parecida o tan diferente a la de cualquier otro país como diferentes o parecidos puedan ser dos granos de arena. En ellas se pueden encontrar 2 extraños de los extremos del país o dos amigos de la misma calle. Las amistades más bizarras y duraderas se forman allí. Los más disímiles gustos artísticos, tendencias políticas y pensamientos curiosos y absurdos se ven allí también.

En esos 4, 5, 6 y hasta 9 años la convivencia diaria te deja cuentos, historias y enseñanzas para toda la vida, desde cocinar espaguetis apurados y sin condimentos hasta la total comprensión del efecto mariposa y otros conocimientos teóricos casi inútiles.

Mucho han cambiado las universidades de hoy de aquellas primeras academias. En la Grecia antigua los estudiosos se reunían en el patio del mecenas Academos y su pequeño grupo de estudiosos tomó su nombre, se convirtió en “Academia” y evolucionó hasta las universidades modernas.

Algunos historiadores alegan que las universidades modernas surgieron en Taskhila, en la India en el 700 de nuestra era y otros dicen que una de las primeras se fundó en Keruein, actual Marruecos en el 859 d.c. de todas formas ninguno de esos historiadores sabe realmente lo que es una universidad moderna hasta que visita y pasa un tiempo en una universidad cubana actual.

Toda esta reflexión sale a relucir ahora porque hace unos días se desató en la red de redes un constante intercambio de mensajes entre un grupo de recién graduados a partir de un simple correo inicial. Desde todos los rincones del país donde hay uno de esos profesionales salieron recuerdos, anécdotas y chistes que nos recordaron los 5 años que pasamos juntos (y revueltos). Esa gente que hoy intercambian correos y mensajes antes de pasar por las aulas universitarias ni siquiera se conocía, pero hoy se hablan como hermanos e insisten en reencontrarse, aunque algunos tengan que cruzar media isla para verse. Ese ánimo y ese interés por no peder el vínculo con aquellos que convivieron durante 5 años es, creo yo, uno de los principales aportes que nos dejó la Universidad.

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