¿Turistas espaciales o mercaderes del espacio?
Ya son posible los viajes turísticos al espacio. Bueno, no tan posible, pero sí muy caros. El turista norteamericano del espacio Richard Garriott, que hizo fortuna con los juegos de vídeo y es hijo del astronauta Owen Garriott, despegó hace unos días del cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, a bordo de un cohete ruso con destino a la Estación Espacial Internacional (ISS) y se convirtió en uno más de los que han viajado al espacio con fines de ocio.
Durante muchos años la frontera espacial estuvo vedada para la gran mayoría y eran solo unos pocos elegidos los que podía ver la Tierra desde el espacio. Los primeros viajes eran meramente científicos, luego tuvieron algún que otro fin militar y ahora ya tienen fines comerciales.
Ya son varios los turistas de nuevo tipo que quieren viajar a donde nadie ha llegado o donde nadie los pueda molestar, a pesar de que hay que cumplir con rigurosas medidas de seguridad para viajar en naves espaciales o estar en la Estación Espacial Internacional.
La idea de desarrollar el turismo en el espacio surgió cuando el millonario Dennis Tito pagó 20 millones de dólares para salir del planeta. El viaje lo realizó en un cohete ruso Soyuz, en el que viajaban astronautas estadounidenses y rusos, y pasó una semana en la Estación Espacial. Llegó el 30 de abril del 2001 acompañado por los cosmonautas rusos Talgat Musabayev y Yuri Baturin y se convirtió en el primer turista espacial.
Una veintena de empresas ya había comenzado a realizar estudios de mercado donde comprobaron que, a un precio razonable –aunque siempre millonario, por ahora–, la demanda existía. Fue entonces cuando varias compañías se asociaron con experimentados astronautas, ingenieros y aficionados, y comenzaron a trabajar en este campo que, hasta ese momento, era inherente a los gobiernos de los países más importantes, como Rusia y Estados Unidos.
En el auge de este negocio tiene que ver mucho que la carrera espacial es bastante costosa y hay que buscar cualquier medio para costear los vuelos y las investigaciones, no importa entonces que de paso lleven a un excéntrico turista que quiere gastar sus millones en el espacio.
Hasta el momento la compañía americana Space Adventures ha firmado un acuerdo para vender viajes sub-orbitales a bordo de una nave espacial diseñada por la compañía aeroespacial XCOR de los Estados Unidos. También con el fin de ganar mercado en el espacio la empresa Scaled Composites terminó la nave SpaceShipOne, que fue hecha especialmente para reducir los riesgos de lanzamiento y de regreso a la Tierra con turistas a bordo.
Este último turista estelar, Richard Garriott, viajó en un cohete Soyuz con el cosmonauta ruso Yuri Lonchakov y al astronauta estadounidense Michael Fincke. La nave espacial despegó de la misma rampa de lanzamiento donde el primer hombre lanzado al espacio, el soviético Yuri Gagarin, inició su misión en 1961.
Este vuelo, que costó a Garriott 30 millones de dólares (22 millones de euros), lo que resulta “un poco” más caro que el primer vuelo turístico (Dennos Tito, 20 millones) y mucho más caro que lo que recomiendan las empresas turísticas espaciales, unos 100 mil dólares.
La idea de estas empresas, como la Scaled Composites, es cobrar, en los próximos años, unos 100 mil dólares cada vuelo e ir reduciendo la cifra a medida que aumente la demanda hasta dejarlo en 10 mil dólares. Las estimaciones son que esto ocurrirá en 2010, cuando ya existan otras compañías que ofrezcan este servicio.
Al parecer el precio no fue nada para este turista, sino más bien cosa de familia, pues de esta manera, Richard Garriott, de 47 años, se convierte en el primer estadounidense en seguir a su padre al espacio, y espera recuperar el dinero que pagó por esta experiencia. Garrett es hijo del astronauta norteamericano Owen Garriott, que en 1973 pasó dos meses a bordo de Skylab, la primera estación espacial de la historia.
Este negocio de los mercaderes del espacio debe ser muy lucrativo en estos tiempo, pues ya son varias las empresas que se lanzan en este negocio, donde Rusia y Estados Unidos van a la cabeze, pues son casi los únicos que tiene transbordadores listos para el negocio. Una de ellas, la empresa InterOrbital Systems (IOS) asegura que en pocos meses estaría en condiciones de ofrecer, por dos millones de dólares, una estancia de siete días en la órbita terrestre, un entrenamiento especial previo de 45 días en California y Moscú, y unas vacaciones de recuperación en la Polinesia.
Parece que los millonarios quieren llegar a un lugar donde nadie los moleste, como aquí en la Tierra. O pudiera ser que ya no quedan lugares donde vacacionar y quieren gastar su dinero de una forma elegante. Por supuesto, ninguno de ellos piensa en gastar esos millones en comida o medicinas para los países africanos o en tecnologías limpias para curar nuestro medio ambiente y tener nuevamente cientos de lugares bellos y sanos donde ir de vacaciones.
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