Yo me indigno, tú te indignas, todos nos indignamos?
Desde el fenómeno de los Indignados de la Plaza del Sol, en Madrid ha pasado varios meses, pero el objetivo sigue siendo el mismo: protestar contra las estructuras hegemónicas que asfixian a la las clases trabajadoras. En Europa las protestas son contra el desempleo, la mala gestión económica y las políticas arbitrarias, mientras que acá, en el Atlántico norte son contra núcleo mismo de la economía desregulada: Wall Street y la especulación financiera que ha llevado a la bancarrota a millones de norteamericanos.
Pero si vemos el fenómenos de los indignados como algo global nos damos cuenta de que donde más fuerza tiene es allí donde las políticas neoliberales y desregularizadoras han ganado más terreno, donde las ideas de Reagan, la Thatcher y Fukuyama son tan fuertes como leyes. Ahora los pueblos, esas “masas homogéneas”, como nos llaman los intelectuales occidentales, se han levantado contra el capital volátil y abstracto, que solo genera más especulación.
Esos indignados de hoy no son los mismos de la Revolución Francesa, ni de las revoluciones latinoamericanas del siglo pasado, son aquellos que crecieron con las políticas del TLC, el inicio de la Unión (desigual) Europa y las especulación financiera luego de 1971. Esos indignados de las calles de los países desarrollados no tienen nada que ver tampoco con las manifestaciones en naciones africanas o árabes, ya que estos últimos la mayoría de las veces son elementos disociadores pagados por los poderosos países del norte y solo buscan desestabilizar esos gobiernos, porque “ a río revuelto, ganancia para el pescador”.
Pero a esas clases poderosas no le gusta ese tipo de manifestación, ni en Wall Street, en Boston, en Chicago, en Los Ángeles o en Madrid. Y la policía se los hace saber a golpe de bastón y gases lacrimógenos, sin importar los cacareados derechos humanos.
Ojalá que la vergüenza y la indignación afectara también a los ricos y poderosos y se dieran cuenta de los pueblos solo aguantan una cierta carga, hasta que explotan en manifestaciones sociales. Que los mercados son para beneficiar a todos, y no solo a los de arriba, que la tierra es una sola, y no solo la que se ve desde las ventanas de los penthouse de Central Park, la Moncloa o Kensington High Street. Pero sobre todo, ojalá que los ricos tuvieran vergüenza.
0 comentarios