Leidbas y los Ojos del Tiempo
Hace ya demasiado tiempo desde la última vez que nos vimos. Tu rostro ya no tiene forma sino que es parte de un conjunto de sensaciones casi olvidadas y por siempre añoradas.
Antes de conocerte sólo había conocido a las de tu género como compañeras de aventuras y muy pocas veces, contadas diría, como amantes. A la que más recuerdo es a la Hechicera de la Ciudad Maldita. Como todas sus coterráneas llevaba la lujuria y los malos pensamientos en su sangre, mejor dicho, eran su razón de ser.
Durante los escasos 300 años que pasamos juntos, los simples humanos dejaron de llamarme Leidbas, el Mago Azul; para ellos era, simplemente, Leidbas el Oscuro. Desde que te conocí dejé de atormentar a los humanos con mis acciones y mis pasos nunca más tuvieron el rumbo de la Ciudad Maldita.
Cuando llegué a aquella ciudad vestido como un peregrino y te vi cantando y riendo con las de tu sexo en la plaza del pueblo pensé: ¿Quién tuviera la dicha de vivir, aunque sólo sea el poco tiempo que viven los humanos, al lado de una joven como esa?. Cuando miraste hacia el comercio donde me guarecía de sol y nuestros ojos se enfrentaron, supe que algo no estaba bien. La historia de nuestras vidas no siempre estaría en las mismas páginas del Gran Libro del Tiempo.
Desde ese día comencé a ayudar a ese pueblo; unas veces era la lluvia que regaba sus campos y tú eras el viento que se llevaba las nubes de langostas que arruinaban sus cosechas. Otras veces aparecía bajo mi verdadera forma y curaba algún enfermo grave y tú los alimentabas a todos. Durante algo más de mil años cuidamos de ese pueblo y nos cuidamos el uno al otro, porque sabíamos que los hilos de nuestras vidas algún día se separarían. En ese tiempo, y gracias a nuestra ayuda, surgió la leyenda. Los humanos que vivían en ese valle alejados de las Montañas Blancas decían que eran el Pueblo Elegido y esa, su tierra, era la Tierra Prometida. Para ellos tú eras el Espíritu Santo y yo el Ángel de la Guardia.
Pero llegó el día en que mis pasos dejaron de ser paralelos a los tuyos y nuestros caminos comunes se convirtieron en simples recuerdos. Desde ese momento he caminado sin mirar atrás, igual que tú, y nunca más nuestros ojos se han encontrado en una mirada. Sólo un día, por casualidad, escuché tu voz; me dijeron: ese es el eco de su canto, pero salió de aquí hace mucho tiempo. Hace unos dos mil años, cuando dejé de verte y ayudar a ese pueblo, mi nombre no se pronuncia de la misma forma. Dicen que sembré la discordia entre el Pueblo Elegido y sus vecinos. Ahora vivo aislado, aunque de vez en cuando viva algunas décadas en un pueblo fijo y comparta mi lecho con alguna deidad inferior.
Cada vez que hago algo en beneficio de los humanos enseguida dicen: ¡Oh! ¡Un milagro! ¡Volvió el Señor!. Pero cada cierto tiempo también castigo algún pueblo y entonces se lamentan: ¿Por qué? ¿Por qué a nosotros?. No se dan cuenta de que lo hago por despecho; no me gusta ver a los humanos felices cuando yo no puedo descansar mi cabeza en tu hombro ni mirar mi reflejo en tus ojos. Por eso de cuando en cuando los castigo y los ayudo.
Ahora camino de nuevo por el Gran Desierto buscando otro pueblo donde vivir algunos años. Seguiré fijándome en la cara de las jóvenes que bailan para ver si reconozco tus ojos bajo un disfraz humano. Mis pasos siguen buscando los tuyos mientras mis recuerdos se hacen cada vez más difusos y mi nombre se lee en labios humanos cada vez más esporádicamente. Una cosa sigue viva en mi mente aunque tu rostro se borre; los mil años que vivimos juntos. Ojalá que nuestros nombres coincidan de nuevo en las mismas páginas del Gran Libro del Tiempo.
He llegado por fin a una ciudad sencilla, donde invitan sin miedo a los peregrinos a coger un respiro bajo un toldo y le brindan alguna bebida refrescante en el mismo vaso donde calma la sed la hija del dueño del comercio.
Ella corre y baila en la plaza del mercado con otras chicas y por un momento dirige su mirada hacia donde descanso. Como un relámpago que rompe el silencio de la noche, así mismo me sobresaltó tu mirada. ¿Serán los mismos ojos?. No lo sé pero desde ya pienso vivir muchos años en este pueblo. Dentro de algunos milenios escribiré de nuevo mis ideas; eso si mi nombre no es borrado antes del Gran Libro del Tiempo. Por ahora seguiré buscando tus ojos por aquí.
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juan -